A Sonia y Dudosa.
ES tu vientre que es mi tierra
y tus senos son mi delito mayor.
Tienes oquedades que me dan refugio,
húmedas, cálidas,
que insinúan misterios
donde otro yo mío comparte profundidad.
Ese ir más allá que me impone tu carne
desde ese ir más allá que grita la mía sobre nuestras almas
es el rincón hacia el que penetro
y perpetúa nuestra dignidad.
Mi silbido, es tu grito sibilino.
Tu grito, es mi llamada de alerta.
Y es que somos una
cuando te calmas o gozas,
cuando me ignoras o espantas.
Pienso con tu pensamiento
y templo según tu sangre.
Cuando te recuestas sola
me deslizo entre la vida
y acechamos a la presa.
Igual que cuando bailo sujeta a la cola de mi igual,
porque tú,
mujer desnuda de mudas,
deseada y deseosa,
te restriegas contra el aire que acentúa
con su coral
lo que venimos siendo como reptiles.
Luces en el arco iris.
L. Ramón G. del Pomar