2 de enero,
me he propuesto empapar
este silencio que ya no dice nada;
los árboles que envejecen,
dan frutos y no eligen sus inviernos
se parecen a nosotros.
Sé lo que ruge un pecho
porque he vivido en él
como un león gigante que nació de una hormiga.
Mi libreta está joven
y sirve para decir que ya no soy tan frágil.
solo algunos descubrimos
que se puede aprender también a escupir lava,
como quien sabe que es parte de la sangre
que rezuma pasiones.
Cada libreta es una paloma inocente
que saborea las migas.
He matado al silencio
desde mi propia sombra. Es auténtico.
Los universitarios recogen
los regalos invisibles
que les dejaron bajo mi corteza.
“Atrápanos si puedes”, me dicen
mientras corren en círculos.
Saben que es imposible
porque hace tiempo que me he comido sus preguntas.
Lentamente.
Un árbol que se tala a sí mismo.
Por eso, he decidido
abrigarme hasta las cejas
para encontrar la savia que nació con las prisas.