La luz de la luna se adentra por la claraboya. Parece distraerse entre la penumbra de la estancia donde me encuentro como invitada por cortesía de la vida; formando parte de sus recuerdos, aquellos que conservo en media vida ya vivida; pues mi memoria se va desvaneciendo como la arcilla bajo la lluvia.
¡Sacadme de aquí y llevadme a soñar!
El pasado me sorprende tocando con su flecha dorada, que me atraviesa y deja huecos sin reparar…
Cuando de niña jugaba con mi lechera de zinc por el camino de tierra; tan feliz por ver de nuevo las vacas de la señora Carmela, con sus manchas oscuras y sus toscos cencerros imitando collares.
Cuando saltaba sobre las piedras y olía el campo con sus amapolas rojas sin ninguna prisa.
Solo viendo el tiempo pasar entre las espigas…
Ana María Chiquito Román