Cruzo las calles oscuras
silencioso como un espectro
sin prestar atención alguna
a los individuos que me rodean.
Los locales abiertos me recuerdan
que las personas que han salido esta noche
anhelan un momento de diversión
para olvidar el tedio de sus existencias.
Distante, vestido de negro, nada me importa:
la esperanza murió hace mucho tiempo
aniquilada por los demonios internos
que me impulsaron a autodestruirme.
Solo quiero conservar la insensibilidad
que me hace vagar debajo de las estrellas
como un alma errante incapaz de encontrar
expiación por todos sus pecados.
Todo me parece tan falso como ridículo:
nada me devolverá la esperanza de continuar adelante…
Fue el precio que tuve que pagar
por convertirme en un adulto.